lunes, 18 de junio de 2012

4º. concurso de Relatos Cortos Tertulia Albada. 9-06-12




IV CERTAMEN DE RELATOS CORTOS “TERTULIA ALBADA”

La celebración se hizo este año en el Centro Cívico Oliver. Un cinco estrellas de los centros municipales. No pudimos completar el aforo que era en esta ocasión de 156 magníficas plazas, sillones comodísimos en filas con rampa que dieron lugar a una vista perfecta del espectáculo. La acústica perfecta, y los juegos de luces monumentales y variadas. En la cabina, al mando de un buen número de botones, palancas, clavijas, ordenadores, cedés y el resto de parafernalia estuvo Miguel Ángel dominándolo todo y logrando que los juegos de luces estuvieran en su sitio, la música de fondo fuera preciosa sin molestar, las diapositivas pasaran de una en una y en su momento justo en fin, un diez para el trabajo y el esfuerzo de Miguel Ángel.


A las seis de la tarde los nervios se hacían sentir un la parte de los tertulianos que habían sido más puntuales: éramos cuatro gatos. Exactamente una treintena. Decidimos posponer el comienzo hasta las seis y media. Para más nervios, Raimundo Lozano, un integrante del jurado, estaba desaparecido. Al llamarlo respiramos tranquilos: venía hacia acá en taxi. Como era quien daba el segundo premio, empezaríamos sin él. Miguel Carcasona, otro de nuestros jurados, tenía esa tarde una conferencia en Capitanía con motivo de la Feria del Libro. No obstante había preparado unas palabras para el tercer premio.


Dieron las seis y media y comenzamos. El suspiro de alivio de Carlos se confundió entre los murmullos. Éramos para esa hora alrededor de setenta y tantos. Palabras de elogio y de agradecimiento a nuestros tres jurados: Miguel Carcasona, Raimundo Lozano y José Ángel Monteagudo y a nuestros dos  rapsodas de lujo: Luis Trébol y Fernando Gracia, fueron contestadas por José Ángel animando a seguir con la quinta, la sexta…


El guion al uso comenzó a desgranarse. Un guion en donde se mezclaba un repaso a los últimos cuatro años, desde los fastos de la Expo hasta la crisis más rabiosa de ahora, unidos a los recuerdos de los cuatro certámenes de relatos y a los cuatro viajes de la Tertulia en homenaje a cuatro luchadores antifascistas y poetas de la República. Comenzamos con Don Antonio y nuestro homenaje pasado por agua en Colliure. Las diapositivas en formato de power point ayudaban a dicho ejercicio recordatorio.

 
El mismo Luis y Fernando nos regalaron los oídos con un recital dedicado a uno de los poetas más significados en la lucha contra la dictadura y en sus opiniones poéticas: Gabriel Celaya. Poemas como “España en marcha”, “La poesía es un arma cargada de futuro” y otros cuantos más fueron pasando a nuestras mentes por la vía de la escucha.


 
Llegó el momento del anuncio del tercer premio: empezábamos muy bien, Carmen Terrón saltó del sitio disparada hacia el escenario. Allí fue coronada casi, casi por el mismo dios, en este caso por Demetrio, jaleada, aplaudida y besada. Feliz y nerviosa, las palabras de salutación fueron saludadas con más aplausos. Arrastró como pudo el regalo, le había tocado algún kilo que otro de cultura, y Luis desgranó un pasaje de su relato “Besos” con su portentoso registro de voz.




Siguió el guion hablando de nuestro segundo certamen, del viaje a las tierras de la luz en homenaje a Miguel Hernández, del pinchazo de la burbuja, todo ello aderezado con las correspondientes imágenes y llegamos al momento de sacar la plica del seudónimo del segundo premio.
…El segundo premio es… la voz de Raimundo Lozano advertía de la riqueza del relato premiado y de su excelencia aconsejando imprimirlo con rapidez─ … “Ophelia Millais”
Nadie se movió en el recinto. Bueno no había que inquietarse, seguro que se había olvidado el autor o autora o bien esperaba a que se abriera el sobre y se leyera el nombre y apellidos. “Ophelia Millais” era Mª Carmen Heras Villanueva con el título de “Churras o Merinas”. Silencio absoluto en el teatro.
Ahora sí que estaba claro: no había acudido la autora ni delegado en nadie a pesar del ruego en forma de norma. Después de unos instantes de sorpresa, se decidió aceptar el premio y continuar pero dar la correspondiente “regañina” aunque sea cordial para evitar esta decepción en lo sucesivo. No es necesario que venga físicamente, aunque sería lo deseable, el autor pero sí que avise a alguien que pueda venir para que actúe de su representante, y en último caso a la Organización para que esté sabedora y actúe de ello.

Fernando Gracia leyó un pasaje del relato


y pasamos al guion que nos hablaba ahora de la seriedad de la crisis en el año 2.011, del viaje a las tierras andaluzas para presentar los respetos de la Tertulia a otro gran poeta antifascista: Federico. Y en el setenta y cinco aniversario de su asesinato. Salieron las imágenes del tercer certamen, del movimiento 15M, de los mangantes y urmangarines hasta llegar al Otoño en donde un 20N que nos sonaba a algo volvía a ser fecha aciaga para el camino a las libertades.






El clarín vibrante que nos iba anunciar el fallo del primer premio comenzó a sonar de la mano, mejor dicho de los labios, de José Ángel Monteagudo, y nos explicó que había sido unánime. La tensión era evidente, a esas alturas el número de asistentes había pasado a ser de noventa y tantos, el silencio se rompió: “Hanna Schmidt” era el seudónimo. Ahora sí que hubo revuelo en un determinado sector de las butacas. Casi ni hizo falta romper el sobre con el seudónimo. María del Mar Mata era su poseedora. Repetía premio puesto que en la primera edición había ganado uno de los premios también. Su relato: “el vestido blanco” fue interpretado, al menos el comienzo, por la voz de Luis. 
Marimar fue coronada igualmente por Aurelia y cargada con el regalo consiguiente. Sus palabras dejaron un tinte de emoción y de alegría.







El Grupo de Danzas del Mundo de la Tertulia llenaron de color y música con sus danzas








llegamos a eso de las ocho de la tarde al espectáculo de La Chaminera: Ángel y Mª José.
Nos deleitaron. Historias, decires, cuentos, sones, canciones, marionetas, instrumentos, todo ello en un maravilloso batiburrillo que nos encantó hasta las nueve menos diez minutos. Dulzainas, panderetas, rascadores, salterios, gaitas de boto, guitarricos, acordeón, todo se empleó en los cincuenta minutos que supieron a poco y a gloria.












El desalojo se produjo en los quince minutos posteriores. Hay que poner todo lo alto y claro que se pueda que el personal del Centro Oliver es una auténtica maravilla: servicial, competente, amable, cordial, simpático… Tanto en esta ocasión del acto en sí como en los día que estuvimos con los temas de luces, sonidos, teclados, etc., que se comportaron de la misma manera. Hay que ponerles un diez y además hay que decirlo.



Después, acertando casi de pleno el número de comensales que habíamos dado dos semanas antes al restaurante, una cincuentena de asistentes fuimos a ver qué tal eran los picoteos y las tapas del “MasClaras”, sito a 150 metros del Centro. El local, amplio, moderno y luminoso parece ser que cumplió con las expectativas. Los diez euros pagados a escote sirvieron para equilibrar el peso de las tapas puestas a nuestra disposición: montaditos de jamón picado riquísimos (dos por cabeza –si alguno comió menos  fue porque cedió su parte a otro afortunado comensal-), croquetas de jamón (dos también por la misma cabeza), platos de calamares, platos de longaniza y morcilla (mortal para el colesterol pero estaban de vicio) y platos de huevos rotos que fueron  un digno colofón al picoteo. De bebidas, una botella de agua, una botella de un buen vino tinto y una jarra de litro de cerveza por cada cinco nos fue suficiente en general para pasar los alimentos y disfrutar de sabores.
Al final, de la mano de los integrantes de nuestra Real compañía de Danzas ─real porque es cierta, palpable, magnífica, no porque sea monárquica─ dos docenas largas de alegres comensales desplazamos nuestros gráciles cuerpos al cercano parque de Oliver y allí danzamos hasta pasada la medianoche. Un coche de la policía local siguió el acto del baile como silencioso espectador.

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